La peor madre del mundo

Bienvenidos al club de los padres y madres imperfectos

martes, 9 de diciembre de 2014

Para todos la 2: compras de Navidad

En la sección quincenal del programa Para todos la 2 el tema era tremendo, urgente, aún no del todo alarmante pero casi: las compras de Navidad. 

Como cada año me ha pillado el toro y aquellos bonitos propósitos que me hice el 31 de agosto han quedado reducidos a ficción. No tengo nada comprado y sospecho que no soy la única. Aunque yo tengo excusa: ¡soy la peor madre del mundo! (je, je, je). 

El programa lo he dedicado a todos aquellos progenitores a los que la cercanía de las navidades les provoca pánico y angustia al ver que no tienen nada preparado. Tranquilos. Aún estamos a tiempo y la madre del cordero, el truquillo que nos va a salvar de todo el jaleo no es otro que un cronómetro.

Eso y que nadie se olvide de pedir a los Reyes toneladas de sentido del humor. 




martes, 25 de noviembre de 2014

Para todos la 2: tareas domésticas

Hoy, en la sección quincenal del programa Para todos la 2, he incitado a la rebelión a los progenitores. Sí, sí, a la rebelión pura y dura. El motivo no es otro que las tareas domésticas y la implicación de los MEC (menores de edad a cargo) en las mismas. Es un tema que trae de cabeza a un montón de familias y para solucionar tan espinoso asunto he mostrado mi kit del progenitor revolucionario que contiene unos cuantos objetos sorprendentes, como por ejemplo: unas esposas. No digo nada más. Quién quiera descubrir qué contiene el kit tan solo es necesario que vea el vídeo.









lunes, 24 de noviembre de 2014

Artículos: Alegría



Nos parecemos como un huevo a una castaña. Hay quién nos pregunta cómo narices hemos logrado ser las cinco tan amigas. Y a pesar que contamos que nos conocimos cuando nuestros menores de edad a cargo (MEC) iban a la misma guardería, sabemos que somos amigas porqué juntas nos reímos mucho. No lo parece, pero en realidad el asunto es profundo. Reímos por el gusto de reír, sí. Y también reímos para no llorar. Y sobretodo porqué es necesario reír para vivir. Un buen ejemplo de ese reír para vivir fueron los días en los que una de esas progenitoras y amigas nos comunicó que tenia cáncer de pecho. Quién nos iba a decir entonces que en los meses siguientes nos reiríamos tanto.
“Yo me estoy curando”

Nuestros MEC ya casi no se ven, pero nos importa un pimiento.  Nosotras sí. Así que durante ese año nuestros encuentros y conversaciones se centraron en intentar que la vida fuese el máximo de normal. Porqué ella nos lo dejó clarísimo: “Mirad, chicas, yo no estoy enferma, yo me estoy curando, así que nada de dramas”. De acuerdo, cuando nos contaba que iba a las sesiones de quimioterapia cargada con una nevera, hielos y palanganas, y cómo en el box se dedicaba a mojar a la vez las cejas y las uñas de manos y pies con hielos y agua helada para que no se le cayesen, aquello no era una conversación como la de otras veces. Pero lo hacía con tanta gracia que reíamos hasta que nos saltaban las lágrimas. O la peluca. Se compró una peluca rubia con el pelo liso. Estaba espectacular. Y evitaba que todos los vecinos y conocidos se enterasen del asunto. No lo quería. Le daba una pereza inmensa. Le aturullaba. Así que cuando la gente le preguntaba por el cambio de peinado les soltaba que se había hecho el alisado japonés con una queratina especial. Hubo hasta quién corrió a la peluquería para remojarse el pelo con el mismo tratamiento… Nosotras la escuchábamos y nos partíamos de risa. Igual que cuando nos confesaba su método para mantener la peluca impecable: “Tienes que hacer lo mismo que con el pulpo a la gallega. La agarras, la golpeas fuerte contra el mármol de la cocina, pam, pam, pam y listos, tu. 

Lo que más me maravillaba era su energía. Aún recuerdo cuando la fui a visitar al pueblo de la costa donde veraneaba. Hacía poco que nos habíamos enterado y esperaba encontrarla sin pilas. Y un cuerno. Había decidido que cada día caminaría una hora y casi infarto intentando seguirle el ritmo (“Tengo que llegar a la quimio fuerte como un toro”). No siempre estuvo así, claro. Sufrió molestias y se encontró fatal. Pero a la que podía se hacía llevar hasta una pista de esquí para hacer una bajadita. Después la operaron y para despedirse de su pecho se fue a hacer topless durante unos días en una playa, a pesar que ella nunca hacía topless. Y en seguida hizo planes para que cuando pudiese reconstruirse el pecho, de paso, lograr tener su talla soñada. Una reconstrucción que ha tardado años y que aún nos regala momentos hilarantes (“Como un globo, chicas. Te lo tienen que inflar, para que luego se desinfle. Pero quedaré estupenda. Estupenda”).  

Yo se lo conté por encima a mis tres MEC, y les pedí que fuesen cómplices del pasar discreto de nuestra amiga. Gracias a ella mis hijos han podido ver de cerca que hay palabras que no tienen que darnos tanto miedeo. Que en la vida nunca, nunca, nunca se puede dejar de lado el sentido del humor, porqué cura. Y que a veces hay personas que no lo logran, pero que muchas otras sí. Ahora ella continua curándose. Y nosotras seguimos reuniéndonos para reír o no. Bien, para qué engañarnos, sobretodo para reír.

Publicado en el suplemento Criatures, del periódico ARA. Sábado 19 de octubre del 2013

Nota: La foto que ilustra este post se ha publicado bajo licencia Creative Commons en el Flickr del usuario “FiorellaG8 

Artículos: Ser una madre cutre cuesta


La peor madre del mundo nació como un blog, en un portal que posteriormente se integró en los portales temáticos del periódico ARA (exactamente en el portal Criatures). Ser una madre cutre cuesta fue el primer artículo que colgué en el blog. Es una presentación y una defensa de la imperfección a base de humor que, cuatro años y medio más tarde, aún mantengo. 


El pasado mes de octubre se publicó una entrevista en la sección La contra de La Vanguardia con Lenore Skenazy, una señora que se autoproclamaba “La peor madre de América”. Su pecado consistía en permitir que su hijo de nueve años fuese al cole en metro, solo. Un policía, extrañado, paró y preguntó al niño, pero no creyó su versión y llamó a la madre del pequeño viajero. Cuando Lenore confirmó que, efectivamente, había dejado que su hijo transitase solo por Nueva York, el policía le insinuó que estaba exponiendo a su hijo a peligros infinitos. Desde entonces la mujer se ha convertido en una firme defensora de la crianza de los hijos desde la confianza, hace un llamamiento para que hagamos más autónomos a nuestros hijos y todo eso. 

O sea… ¡Lenore hacia trampa! Bautizándose como la peor madre se estaba colgando la medalla a la madre responsable. Y no. El título es demasiado bonito como para que se lo quede la primera madre estupenda de turno, de aquellas que alimentan a los niños con berenjenas asadas sin que los niños vomiten. Que crían niños que leen a Proust con doce años recién cumplidos. Que compran pantalones blancos a sus criaturas con la firme convicción que los pantalones continuarán siendo del mismo color un día después de estrenarlos. O aquellos padres –sí, porqué hablo desde la posición de madre porqué soy mujer, pero la cosa no va de ser madre sino de tener menores de edad a cargo (MEC)- que los llevan a exposiciones y sus hijos les hacen preguntas interesantes sobre los cuadros que ven conjuntamente en feliz harmonía… ¡Ni hablar! 

Ser una madre cutre cuesta y desde aquí reivindico el título honorífico de LA PEOR MADRE DEL MUNDO para las personas terrenales, para la gente de carne y hueso a la que le falla el desodorante y que alimentan a sus retoños a base de rebozados y kétchup, porqué es la manera más barata de tener vacaciones, ni que sean vacaciones mentales, durante los diez minutos que dura la cena y en la que, ahora sí, hacen preguntas interesantes sobre la comida que engullen conjuntamente en feliz harmonía. 

Lenore, lo siento pero el título es nuestro.



Nota: La foto que ilustra este post se ha publicado bajo licencia Creative Commons en el Flickr del usuario “Podravka” 

Para todos la 2: mentiras podridas

El 11 de noviembre de 2014, en mi sección quincenal del programa Para todos la 2, me planté ante la cámara dispuesta a desenmascarar unas cuantas mentiras podridas. Para lograrlo usé una papelera en la que fueron a parar todos aquellos tópicos que no son verdad: ¿Los MEC (menores de edad a cargo) que se llevan poco tiempo juegan la mar de bien? ¿Las niñas son más tranquilas? ¡Mentiras podridas!

Juanjo, muy amablemente, me ayudó a encestar algunos tópicos falsos. Falsísimos.


Para todos la 2: la verdura no es tortura

El 28 d’octubre, volví  al programa Para todos la 2 amb la secció quincenal: la peor madre del mundo. El tema era: la verdura no es tortura. Perqué demasiadas veces nos forzamos a endiñar alimentos de color verde a nuestros MEC (Menores de Edad a Cargo) y el resultado tan solo es la desgracia y el infortunio. 
El objeto escogido fue una bolsa de congelados con trocitos de brócoli dentro. En realidad era la prueba del delito. Al estilo de la magdalena de Proust, los tengo en el congelador para recordar la batalla campal que se formó en mi casa el último día que intenté servirlo de cena. 

Para todos la 2: la rutina

El 14 de octubre volví al programa Para todos la 2 para hablar de la rutina en la sección quincenal de La peor madre del mundo. Bueno, de la presunta rutina, porqué esa era la tesis: ¡la rutina no existe! 
El objeto que mostré fueron unos auriculares y un reproductor de música para aprender a relajarnos y a aceptar que lo más norma es lo extraordinario. 
Aquí tenéis el vídeo: 

domingo, 23 de noviembre de 2014

Para todos la 2: la imperfección


El día 16 de septiembre me invitaron al programa Para todos la 2, de  TVE para empezar una nueva sección:  : la peor madre del mundo.


El objetivo del primer día era hablar del libro en catalán, La pitjor mare del món, el manual, y hacer un llamamiento general para convertirnos en progenitores y progenitoras imperfectos. 
Traje mis gafas de 3D y el presentador, Juanjo Pardo, me sorprendió con unas gafas muy especiales. 
Aquí os dejo el video